"Durante la segunda mitad del siglo XX el
juicio de la historia fue abandonado por todos excepto por los desposeídos, por
los marginados. El mundo industrializado, temeroso del pasado, ciego ante el
futuro, vive en un oportunismo que ha vaciado de toda credibilidad al principio
de justicia. Tal oportunismo vuelve todo espectáculo: la naturaleza, la
historia, el sufrimiento, las otras personas, las catástrofes, el
deporte, el sexo, la política. Y el instrumento utilizado para hacer esto
-hasta que el acto sea tan habitual que la imaginación condicionada lo haga por
sí misma- es la cámara. El espectáculo crea un eterno presente de expectación
inmediata: la memoria cesa de ser necesaria o deseable. Con la pérdida de la
memoria las continuidades de significado y juicio también se nos pierden. La
cámara nos alivia del peso de la memoria. Nos recorre como Dios y recorre por
nosotros. Y no obstante ningún otro dios ha sido tan cínico, porque la cámara
registra para olvidar.”
Fragmento de "La memoria robada", John Berger