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Walter Benjamin: sobre los álbumes de fotos



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“Era el tiempo en que los álbumes de fotos empezaban a llenarse. Se encontraban con preferencia en los lugares más gélidos de la casa, sobre consolas o veladores en los recibidores; encuadernados en piel con repulsivas incrustaciones metálicas y hojas de un dedo de espesor y con los cantos dorados, en las que se distribuían figuras bufamente vestidas o cubiertas de cordones y lazos: el tío Álex o la tía Rika, Trudi cuando todavía era pequeña, papá recién llegado a la universidad. Y, por último, para consumar la ignominia, nosotros mismos: como tiroleses de salón, lanzando gorgoritos, balanceando el sombrero contra un fondo de neveros pintados, o bien como atildados marineros (con una pierna recta y otra doblada como debe ser), apoyados en un poste pulido. Con sus pedestales, sus balaustradas y sus mesitas ovales, recuerdas los accesorios de estos retratos aquellos tiempos en los que, a causa de lo mucho que duraba la exposición, había que proporcionar a los modelos puntos de apoyo para que se quedaran quietos. Si al principio bastó con apoyos para la cabeza o para las rodillas, pronto aparecieron “otros accesorios, como sucedía en cuadros famosos y que, por tanto, debían de ser ‘artísticos’. Los primeros fueron la columna y la cortina.”

Walter Benjamin
Pequeña Historia de la fotografía 

La fotografía es de Romualdo García 


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"Si las Buenas Familias se retratan para consagrar su manejo de las formas y las apariencias, los pobres lo hacen para certificar ante sí mismos la existencia de su principal patrimonio: la familia." 

Carlos Monsiváis 

En la fotografía: Marcial y su esposa, del álbum familiar de mi abuela materna. 

Notas sobre el archivo



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El archivo se entiende como una herramienta mnemotécnica que preserva la memoria y rescata los documentos del olvido y la destrucción.[1] En ese sentido “el archivo es un lugar neutro que almacena registros y documentos que permite a los usuarios retornar a las condiciones en que estos fueron creados y a los contextos de los que formaban parte”[2]. Por lo cual es archivo estará vinculado a la memoria como hypómneme, es decir, como acto de recordar. En ese sentido, todo archivo es hipomnémico, es decir “es suplemento mnemotécnico de la memoria, es aquello que realiza el acto de recordar, por tanto de conservar, pero que en tanto suplemento busca compensar una falta.”[3] El archivo es instrumento, prótesis de la memoria.
El concepto de archivo, más que una colección de documentos, se dirige a la idea de “memoria colectiva”[4], en ese sentido, el archivo forma parte de una intrincada relación entre los documentos, la memoria social y la historia. El archivo funciona como un apoyo exterior de la memoria que adquiere sentido al momento en que se recuerda y reconstruye el pasado.  A partir de Aby Warburg y su obra denominada Atlas Mnemosyne, el concepto de archivo se entiende como un dispositivo de almacenamiento de una memoria socio-cultural que no estructura una historia discursiva, sino imágenes (formas) portadoras de sentimientos que funcionan como representaciones visuales y como maneras de pensar, sentir y concebir la realidad. [5] Habría que pensar el archivo como infinito, en el sentido de que los acervos están sujetos a múltiples re-interpretaciones. 
*La imagen pertenece al Atlas Mnemosyne de Aby Warburg. 



[1] Al archivo se le pueden asociar dos principios rectores básicos: la mnéme o anámesis, (la propia memoria, la memoria viva o espontánea) y la hypomnema (la acción de recordar). Son principios que se refieren a la fascinación por almacenar memoria (cosas salvadas a modo de recuerdos) y de salvar historia (cosas salvadas como información) en tanto que contraofensiva a la «pulsión de muerte», una pulsión de agresión y de destrucción n que empuja al olvido, a la amnesia, a la aniquilación de la memoria. Véase: Guasch, Anna María, “Los lugares de la memoria: el arte de archivar y recordar” en Materia Revista d' art 5, 2005, pp. 157-183.
[2] Guasch, Anna María, Op. Cit., p. 16.
[3] Nava Murcia, Ricardo,  “El mal de archivo en la escritura de la historia” p. 102.
[4] Si partimos de que atravesamos la memoria de los otros para poder llevar a cabo los fenómenos mnemónicos de la rememoración, tendríamos recuerdos en cuanto miembros de un grupo, por ello cuando ya no formamos parte del grupo en cuya memoria se conserva el recuerdo, nuestra propia memoria se debilita por falta de apoyos exteriores. […] Para acordarse, uno debe colocarse en el punto de vista de uno o varios grupos y situarse en una o varias corrientes de pensamiento. En otras palabras, uno no recuerda solo. Véase: Ricoeur, Paul, La memoria, la historia, el olvido, México, FCE, 2010.
[5]Guasch, Anna María, Op. Cit.

Diario de duelo



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Al día siguiente de la muerte de su madre, en octubre de 1977, Roland Barthes inicia una especie de diario, no se trata de un texto acabado, sino de breves notas reunidas bajo el titulo de Diario de duelo, del cual reproducimos algunos fragmentos: 

10 de noviembre 
Golpeado por la naturaleza abstracta de la ausencia; y sin embargo es ardiente, desgarradora. De ahí que entienda mejor la abstracción: es ausencia y dolor, dolor de la ausencia - ¿quizá es entonces amor? 


16 de enero de 1978 
Mi universo: mate. Nada en él resuena de verdad - nada cristaliza. 


24 de marzo de 1978
La aflicción, como una piedra... 
(en mi cuello, 
en el fondo de mi)


Hacia el 12 de abril de 1978
¿Escribir para acordarse? No para recordarme, sino para combatir el desgarramiento del olvido en cuanto que se anuncia absoluto. El - pronto - "ya ninguna huella", en ninguna parte, en nadie. 
Necesidad del "monumento". 
Memento illam vixisse.


28 de mayo de 1878
La verdad del duelo es muy simple: ahora que mamá está muerta, estoy orillado sin salida a la muerte (nada me separa de ella sino el tiempo). 


11 de junio de 1978
La tarde con Michel, trillando las cosas de mamá
Empecé en la mañana a mirar sus fotos. 
Un duelo atroz vuelve a empezar (pero no había cesado).
Recomenzar sin descanso. Sísifo. 



Christian Boltanski



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Christian Boltanski es un artista francés, nacido a finales de la Segunda Guerra Mundial.  La muerte, la vida y la identidad son temas recurrentes en su obra, que está marcada por una intencionalidad de archivo y memoria que va más allá de lo explícitamente presente. Boltanski recurre a materiales frágiles (fotografías antiguas, ropa usada, objetos personales y cotidianos usados, recortes de periódicos, cartas, etc.) como testimonios de lo breve de la vida. 

Boltanski evoca de manera brutal, convincente, imposible de eludir, esa fea costumbre que tiene la gente de ir perdiendo el rostro, dejando apenas la impresión de una fotografía, un negativo cuya ceniza guardamos en los escaparates de la conciencia. Y es verdad, los perdemos, los olvidamos y día a día se van diluyendo, como en un proceso colectivo de mal de Alzheimer. Nadie reconoce a nadie, sólo logramos darnos cuenta de nuestra estrecha capacidad mental para retener y organizar al mundo, que inexplicablemente permanece sin importarle mucho el problema de la historia o nuestros rollos por explicarlo." (Ricardo Bello) 



El ropero de las señoritas Sámano Serrato



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Este libro aborda de forma breve el aspecto documental de la fotografía familiar en el caso especifico de la familia Sámano Serrato, originarios de Acámbaro, Gto., en los inicios del Siglo XX. Se trata de una obra que reconstruye algunos elementos del acontecer doméstico y nos permite entender las relaciones dentro de la familia, sobre todo la complicidad y unión de las hermanas Sámano hasta el final de sus días. Asimismo podemos entrever algunos aspectos de las relaciones amorosas, las actividades parroquiales o el transcurrir cotidiano de la familia de clase media-alta del bajío mexicano. Sin embargo, desde mi punto de vista, queda pendiente una utilización más compleja de la fotografía como fuente de la historia, quizá porque se trata de trabajos precursores, quizá porque falta una metodología más sólida en este tipo de estudios o simplemente porque el sentido de la fotografía es inagotable.


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