El archivo se entiende como una herramienta mnemotécnica que preserva la memoria y rescata los documentos del olvido y la destrucción.[1] En ese sentido “el archivo es un lugar neutro que almacena registros y documentos que permite a los usuarios retornar a las condiciones en que estos fueron creados y a los contextos de los que formaban parte”[2]. Por lo cual es archivo estará vinculado a la memoria como hypómneme, es decir, como acto de recordar. En ese sentido, todo archivo es hipomnémico, es decir “es suplemento mnemotécnico de la memoria, es aquello que realiza el acto de recordar, por tanto de conservar, pero que en tanto suplemento busca compensar una falta.”[3] El archivo es instrumento, prótesis de la memoria.
El
concepto de archivo, más que una colección de documentos, se dirige a la idea
de “memoria colectiva”[4], en ese sentido, el
archivo forma parte de una intrincada relación entre los documentos, la memoria
social y la historia. El archivo funciona como un apoyo exterior de la memoria
que adquiere sentido al momento en que se recuerda y reconstruye el pasado. A partir de Aby Warburg y su obra denominada Atlas
Mnemosyne,
el concepto de archivo se entiende como un dispositivo de almacenamiento de una
memoria socio-cultural que no estructura una historia discursiva, sino imágenes
(formas) portadoras de sentimientos que funcionan como representaciones
visuales y como maneras de pensar, sentir y concebir la realidad. [5] Habría que pensar el archivo como infinito, en el sentido de que los acervos
están sujetos a múltiples re-interpretaciones.
*La imagen pertenece al Atlas Mnemosyne de Aby Warburg.
*La imagen pertenece al Atlas Mnemosyne de Aby Warburg.
[1] Al archivo se le
pueden asociar dos principios rectores básicos: la mnéme o anámesis, (la
propia memoria, la memoria viva o espontánea) y la hypomnema (la acción de recordar). Son principios que se refieren a
la fascinación por almacenar memoria (cosas salvadas a modo de recuerdos) y de
salvar historia (cosas salvadas como información) en tanto que contraofensiva a
la «pulsión de muerte», una pulsión de agresión y de destrucción n que empuja
al olvido, a la amnesia, a la aniquilación de la memoria. Véase: Guasch, Anna
María, “Los lugares de la memoria: el arte de archivar y recordar” en Materia Revista d' art 5,
2005, pp. 157-183.
[2] Guasch, Anna María, Op. Cit., p. 16.
[3] Nava Murcia, Ricardo, “El mal de archivo en la escritura de la
historia” p. 102.
[4] Si partimos de que atravesamos la
memoria de los otros para poder llevar a cabo los fenómenos mnemónicos de la
rememoración, tendríamos recuerdos en cuanto miembros de un grupo, por ello cuando
ya no formamos parte del grupo en cuya memoria se conserva el recuerdo, nuestra
propia memoria se debilita por falta de apoyos exteriores. […] Para acordarse,
uno debe colocarse en el punto de vista de uno o varios grupos y situarse en
una o varias corrientes de pensamiento. En otras palabras, uno no recuerda
solo. Véase: Ricoeur, Paul, La memoria,
la historia, el olvido, México, FCE, 2010.
[5]Guasch, Anna María, Op. Cit.
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